Técnicamente, la cinta es muy buena. Se nota la inversión en efectos especiales, los cuales dejan boquiabierto al público (especialmente en la versión en 3D). La edición también se ha hecho con suma dedicación, ya que en ningún momento se sienten altibajos. Por el contrario, pese a la duración (2:30 horas), se mantiene un ritmo sin llegar ser desgastante o excesivo. La música es, quizá, su punto más bajo, pero ni la banda sonora ni la mezcla de FX fallan en el acompañamiento de escenas.
Al final, es resultado es una orquesta que consigue interpretar una película fantástica. Cada quien cumple -y de sobra- sin opacar a los demás. La cinta es, en sí misma, una alegoría de lo que ocurre en pantalla: un conjunto de elementos inestables y volátiles que, en manos inexpertas, llevarían al caos. Ahí es donde se consigue que sus estrellas se conviertan en constelación; y su trabajo, en una épica. Así, bajo la premisa de “uno para todos, todos para uno”, nació la mejor cinta de la generación Marvel hasta ahora.
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